El 16 de julio de 1950 ocurriría una de las más grandes decepciones del fútbol brasileño.
A las 16:00 hs las selecciones de Brasil y Uruguay se enfrentaron por la final de campeonato. La selección carioca era la clara favorita no solo por su fútbol sino por su condición de local.
En medio de un estado abarrotado con más de 200 mil personas, Alcides Ghiggia, delantero uruguayo se encargaría de poner el marcador 2-1 con lo cual Uruguay se consagraría campeón mundial por segunda vez.
¿Quién iba a imaginar que Brasil podría perder en su campo, frente a su gente nada más y nada menos que la copa mundial?
El llanto y la amargura de los jugadores, asistentes y un país entero pasaría a la historia con el nombre de maracanazo.
¿Alguna vez has deseado que suceda algo y al final pasa todo lo contrario?
Todos hemos tenido algún o algunos maracanazos en nuestras vidas, trabajos que no se dieron como pensábamos, relaciones amorosas que terminaron en película de terror, vacaciones que anhelábamos disfrutar que resultaron no tan placenteras.
Estas son algunas situaciones en donde seguramente te has sentido decepcionado por la diferencia entre lo que proyectaste y lo que obtuviste.
La visión, sea personal o empresarial, tiene metas, las metas son objetivos ESMART, específicos, medibles, alcanzables, realistas y en un tiempo.
Por ejemplo si tuviste la visión de terminar tu universidad, iniciar un negocio o una relación, esta visión se cumplió gracias a las metas que tuviste, las cuales te proporcionaron la guía de comportamiento diario para llegar a donde querías llegar.
¿Qué hubiera pasado si solo hubieses deseado ese objetivo? En este caso solo se habría tratado de un deseo y no de un plan serio.
La visión al inicio de cualquier proyecto es necesaria para producir la suficiente motivación de arrancar. Ya sabemos que empezar es recorrer más de la mitad del camino. Pero luego de la arrancada hay que tener metas milimétricas que disminuyan la probabilidad de distraernos.
Las metas diseñadas con un plan específico se cumplen y en caso de que no se cumplan el dolor no es tan fuerte como cuando solo te lanzas al vacío producto de la emoción de obtener el resultado final.
Las expectativas por otro lado tienen un alto componente de azar o incertidumbre, distintos a las metas las cuales son mucho más controlables.
¿Qué es una meta?
| ¿Qué es una expectativa?
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Son resultados concretos que aspiramos lograr en un periodo de tiempo en función de recursos tanto internos personales como externos materiales. | Son deseos emocionales producto de la consecución de un resultado. |
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Las expectativas tienen un alto componente de apego, lo cual lo vuelve doloroso en caso de lo conseguirla.
Las expectativas son emocionales, la meta es racional.
Las expectativas se enfocan solo en el resultado final, en el final feliz.
Las metas se enfocan en el proceso.
Por ejemplo, si mañana en la tarde vas a una reunión de negocios, pregúntate que tienes ¿metas o expectativas?
Si piensas que tienes una meta entonces planificas cómo se va a desarrollar la entrevista, investigas sobre los asistentes, su historia, recreas posibles escenarios, creas posibles debates.
¿Cuál es tu meta? | ¿Cuál es tu expectativa? |
Ejemplo:
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Si te enfocas solo en la expectativa corres el riesgo de “embriagarte” tanto de emoción que al final vas a pensar que no hay que investigar y presentarse nomás ya.
Esto es un error, tu enfoque debe estar en las metas, esto significa en los pequeños pasos para lograr ese objetivo.
Obviamente al final hay que evaluar el resultado, en donde evidentemente si es positivo te alegra y si es negativo no te alegra, el no alegrarse es distinto a entristecerse.
La pregunta es ¿cómo evitar la sensación de desánimo cuando no se obtiene lo que se quiere? ¿Acaso hay que llegar con el paracaídas puesto, es decir antes de intentarlo pensar en la posibilidad de que no se van a dar las cosas? O, ¿actuar con todo el positivismo, buena actitud y esperar a que todo salga bien basándonos solo en la fe?
Creo que justamente aquí radica la diferencia entre ser estratégico racional y ser impulsivo emocional. Si somos lógicos y racionales, debemos considerar y aceptar que existe la posibilidad de que las cosas se den o no a la hora de abordar un objetivo.
Hay situaciones en donde desde el inicio la probabilidad y la tendencia es hacia uno de los dos resultados.
Al repasar mi vida, por ejemplo, cuando culminé mi carrera universitaria si bien terminé todo también había la posibilidad de que no lo lograra por enfermedad, muerte o problemas graves. Nada de esto sucedió, en este caso la meta se cumplió.
Por otro lado, dos eventos dolorosos que me sucedieron fueron, la negativa de una mujer con la que «deseaba» mucho entablar una relación y el fracaso de un negocio en el que invertí.
En ambos casos las cosas desde el inicio, sobre todo lo del negocio, las probabilidades de éxito eran pocas. En este caso había mucho énfasis en expectativas y poco énfasis en metas, el resultado fue fracaso rotundo.
Primero las metas racionales y luego las expectativas emocionales.
Esto no es ser negativo, es solo que la racionalidad es mejor que la emocionalidad.
¿Acaso la racionalidad elimina el efecto emocional? No, pero disminuye su efecto al máximo, solo se necesita una cierta dosis de emoción para pasar a la acción, digamos que la dosis es 6, y si se continúa enfocando en el resultado positivo final, en la expectativa, entonces la emoción sube y sube hasta culminar en una acción con altas probabilidades de fracaso.
La vida está en los pequeños detalles, establece tu visión la cual producirá una emoción de lograr el resultado final. Esto producirá una serie de expectativas que no son nada buenas para ti porque te aumentan desmedidamente la confianza inhibiéndote el buen juicio. Aquí es donde colocas tus metas diarias de avance milimétrico las cuales son las que merecen toda tu atención.
Al final aumentarás las probabilidades de éxito y en caso de no lograrlo, el dolor será menor y el aprendizaje mayor.
Vamos a terminar con una hermosa historia sobre enfoque y perseverancia.
¿Qué hacer cuando empieza la tormenta?
Una mujer iba conduciendo con su padre a su lado en medio de una tormenta. Cuando se puso más fuerte, la chica preguntó a su padre si debía parar.
Continua, respondió el padre. Los autos comenzaron a parar y hacerse a un lado. El padre volvió a decirle que continuara.
La muchacha siguió adelante muy asustada hasta que poco a poco la tormenta comenzó a calmarse y de repente salió el sol. En ese momento su padre le dijo; Ahora puedes parar y salir del auto.
¿Por qué ahora? preguntó la muchacha.
Mira hacia atrás, todas las personas que dejaron de avanzar, que se rindieron aún están en la tormenta, en cambio para vos ya acabó porque seguiste adelante.
Así es en la vida, si continuas avanzando en medio de la tormenta, habrá un momento en que esta pasará y el solo brillará para ti.
Exitos!